Por el hombre…
Que mi palabra para siempre calle
y enmudezca la voz que es su instrumento,
si aquello que es su mística y su acento
no clama ante el dolor que le avasalle.
De Babel hasta aquí, sobra el detalle
de cuánto es la discordia impedimento,
para alcanzar la cima de su intento
en la armonía que el furor acalle.
Tan grande es el desprecio que hoy le agrede
que siento que un mandato me precede:
el de abogar con fe por su inocencia.
Acogerle en mi gesto solidario
y no olvidar que UN DIOS, en el calvario,
a SU PADRE por él pidió indulgencia.
Julio de 1982