A Güemes

Sacude su letargo comarcano.
Un visionario sueño despereza
y en su pasión, un delirar escueza;
¡Santa locura del ingenio humano!

Estremecióse el suelo provinciano
al mágico conjuro de la empresa;
y encendió sus ardores la promesa
de liberar la Patria del tirano.

Dueño absoluto del solar serrano
y altivo defensor de su pureza,
fueron carencias su única riqueza;
la Libertad su credo soberano.

Fue en los Andes ejemplo sobrehumano
en la caza implacable de la presa.
Y el intruso pasó, con su torpeza,
por el férreo escarmiento de su mano.

Fue majestuoso cóndor de altiplano
que su ámbito domina con nobleza
y árido pedregal que, con dureza,
desgarró los intentos del villano.

Fue cielo y tierra; fue macizo y llano;
fue selva virgen por naturaleza;
fue luz y sombra con igual presteza;
fue dura realidad y sueño vano.

Fue su lanza vallado cotidiano,
enhiesta chuza, artificial maleza,
que ensartó, hecha jirones, la altiveza
del secular orgullo cortesano.

¡Nadie fue más que Tú!, proclamo ufano
de Patria henchido, erguida la cabeza,
en el templo que ofrenda a tu grandeza
el fuego de mi amor republicano.

A don Martín Miguel de Güemes (1785 – 1821).


Nota del Revisor: en una carta al profesor Clodomiro Araujo Salvadores, el autor cuenta que durante su gestión como secretario de la Cooperadora Escolar del Colegio “General Güemes” — mi escuela de Jardín de Infantes, Escuela Estatal Nº 7, sita en la calle Carlos Calvo 1140 — en un acto de conmemoración de la muerte del General Güemes, le ofrecieron exaltar su figura, y esa ocasión fue el germen de composición de este soberbio poema.
En el discurso brindado, se suma una oración patriótica.

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