El coro
Al Ensamble Coral Gral. San Martín de la Asociación Fundacie.
Un ámbito señero, palpitante de gloria,
fue escenario escogido de la pequeña historia.
Poblaba un aula augusta, de prestigio opulento,
el silencio expectante de un auditorio atento.
Desde los altos muros cargados de blasones
su presencia sumaban muchos altos varones.
Y la luz que filtraban los blancos ventanales
daba a seres y cosas formas intemporales.
Entró un grupo pequeño tomado de las manos
en el gesto más puro de los seres humanos.
Y aunque dignos conmueven el beso y el abrazo
es la unión por las manos el más excelso lazo.
El conjunto traía cabezas aureoladas
pues sólo había noche perdida en sus miradas.
Quizá, Dios, al saberles privados de los goces
de la visión les puso resplandor en las voces.
Porque hasta ÉL alcanza la noción del espanto,
les encendió de estrellas el cielo de su canto.
Alineados estaban aguardando una orden
pues la noche es oscura pero jamás desorden.
Alerta los oídos que suplían los ojos,
del director siguieron los mínimos antojos.
Al chasquear de los dedos se elevaron las notas
del Kyrie que plañía piedad por las derrotas.
Luego la melodía de “Pompa y Circunstancia”
se expandió por los aires como suave fragancia.
Ya el alma traspasada en su desasosiego,
nubláronse mis ojos quedando como ciego.
Mientras el corazón me estallaba en el pecho
el mundo se borraba por mezquino y estrecho.
Y cuando llegó el coro al fin de su concierto
yo vivía soñando, más soñaba despierto.
Cesaron los aplausos, bajé por la escalera,
tal como si bajando hacia el cielo ascendiera.
Sorprendióme la tarde con el paso indeciso
sin saber que volvía de un viaje al paraíso.
Octubre de 1988