Amparo
Una borrosa imagen traslucía
la blanca majestad de la figura
que, traspuesta la puerta de clausura,
el amparo del cielo prometía.
A su vera, bullente en la ufanía
que dan los breves años con largura,
la niñez inocente, con premura,
el néctar de la infancia consumía.
Deja allí los recuerdos, me reprende,
el corazón que sangra por la herida
que en su insistencia la memoria enciende.
Mas he de recordar, aunque me duela,
que el ángel que fue dueño de mi vida
hoy vive junto al Cristo de su escuela.
Nota del Revisor: este soneto hace referencia al mismo Cristo de la foto en el poema anterior: El adiós a la escuela. Pero aquí el poeta está afuera de la escuela en la vereda, observando al Cristo borroso tras los vidrios esmerilados de la puerta frontal, recordando el bien perdido con tristeza infinita.