Hacia el patio cruzaste, emocionada,
y al pie del Cristo Redentor clemente
detúvose tu paso diligente
por tan Gran Protector acoquinada.

Asombro de misterios tu mirada;
tímida la sonrisa adolescente,
fue tu humilde actitud más que elocuente
para impulsar la voluntad deseada.

Era el recuerdo de la escuela amada
que cobijó tus sueños largamente:
un adiós era al patio confidente

que vio pasar la infancia alborozada,
y era, por fin, tal vez oscuramente
tu eterna despedida, anticipada.