Consuelo
Tengo un fulgor de soles escondido
a cuya ardiente plenitud me acojo
cada vez que los cierzos del despojo
hielan con su inclemencia mi sentido.
Cual un terco demiurgo, desvalido,
que en las remotas lindes de su arrojo
quisiera restaurar en loco antojo
los dulces dones del amor perdido;
sueño: que alienta vida en tus retratos,
o hallar entre tus cosas la ternura
con que calmen su ardor mis arrebatos.
Y así, ahuyento el dolor de este quebranto
pues, más dulce es vivir en la locura
que persistir sumido en el espanto.
Nota del Revisor: el sueño era el escape de mi padre para evitar cuanto más pudiera el sufrimiento por la pérdida de su hija. En los primeros años, en cada momento libre hogareño se iba a dormir; se refugiaba en el sueño, porque estar despierto era un llanto incesante, rodeado de las fotos, voces grabadas y pertenencias de Hebe.