Ecce homo…

¡Oh! doliente figura descarnada,
eterno caminante sin destino,
no te abate lo largo del camino
ni el dolor de Tu frente coronada.

Envuelto vas, en luces de alborada
cual obra nueva con matiz pristino,
y el mirar de Tus ojos, cristalino,
es de Tu amor ferviente, llamarada.

Pues Jesús mío, luego de esta prueba
debe inclinarse el mundo reverente.
¿Quién después de esto aun dudar pudiera?

Si has vencido al tiempo indiferente,
y doblado del hombre la altanera
cerviz, con Tu poder omnipotente.


Nota del Revisor: soneto de juventud, con rima asonante en el noveno verso.
Lleva N° 1 en el título debido a que hay un segundo soneto Ecce homo… que publicaremos más adelante.

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