Imploración

Por qué te tocó a ti, pequeña amada,
sufrir destino tan aciago en suerte,
que irrita a la razón la injusta muerte
que arrebató tu vida angelicada.

Busco a tientas, absorto, la adecuada
explicación que a la razón concierte,
que a poco, en torbellino se convierte
y me arrastra a una hondura alucinada.

No se conforma el alma fatigada
que conoció la gloria de tenerte,
padecer la condena de perderte

y vive a tu recuerdo, desmayada.
Cambia, ¡oh! Sino, tu obra despiadada
y recoge mi muerte por su muerte.

Marzo de 1982. – Primer aniversario de dolor.


Nota del revisor: existe otra versión manuscrita, seguramente anterior, con el primer terceto algo diferente. Encontramos esta versión superior.

0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *