Rosa y yermo
Grave temeridad la de asomarse
a la sima del alma atormentada,
ya que en su vastedad desamparada
puede el ojo sensible conturbarse.
Mas, si al riesgo mortal de despeñarse
se opone una pasión deliberada,
más allá de la trágica hondonada
la fe del corazón puede salvarse.
Allí ha de perdurar, extraña y pura,
rosa encendida del amor perdido
en el yermo espectral de la amargura.
La cubre mi vehemencia con su manto
y, contra los rigores del olvido,
refréscanla las aguas de mi llanto.
Villa Edén, La Falda, Córdoba – Enero de 1986.