Coloquio del Señor Gato

No sé si ocasión tuvisteis,
de conversar con un gato.
Yo con ellos he tenido
en otrora… mucho trato.

Contábame pues un día
cierto gato remolón,
sus aventuras gatunas
con escasa discreción.

— Soy de familia muy noble;
decía con gran orgullo;
— Soy descendiente de gatos…
— ¡Qué verdad de Perogrullo!

— Ruego no me interrumpáis,
que como os iba diciendo,
son todos mis ascendientes
gatos de rancio abolengo.

— Mi padre era un gran Marqués,
de mi madre muy celoso;
mis abuelos eran tres…

— ¡Caray! ¡Qué asunto dudoso!

— ¡Otra vez, impertinente!
No me dejáis terminar.
Digo que tres descendían
de la familia real.

— El otro era un archiduque
muy versado en cazar ratas;
este abuelo siempre andaba…

— ¡Me imagino!, en cuatro patas.

— ¡Ea! ¡Señor, qué importuno!
Digo que este abuelo mío,
siempre andaba preocupado
con todos sus amoríos.

— Mi abuela, que era virtuosa,
no perdonaba sus yerros,
y él, triste, siempre aguantaba…

— ¡Pobre, una vida de perros!

— ¡Por fin habéis acertado!
Esa es mi genealogía.
Ahora he de comentaros
algo de la vida mía.

— Soy aquí, gran personaje
joven, bello y atractivo,
espadachín y bohemio,
pinto, bailo y aun escribo.

— De guerrero, tengo sangre,
para conservar blasones,
que yo solo he combatido
contra más de mil ratones.

— De bohemio, tengo el alma,
siempre desprecié el dinero,
y si tengo… mis amigos
comparten mi monedero.

— De bailarín, tengo un poco,
de pintor, gusto exquisito,
y el corazón, de poeta,
que a mis gatitas dedico.

— ¡Nunca he sido majadero!
Tengo amantes a decenas,
mas no tengo como norma,
difamar honras ajenas.

— Y como soy muy valiente,
¡jamás la muerte he temido!

— ¿Pero tiene siete vidas?
— ¡Pero cinco ya he perdido!

— La primera fue en la guerra
contra otro reino vecino,
la segunda una pelea,
la tercera… fue el destino.

— La cuarta, deuda de juego,
que yo cumplo mi palabra;
la quinta, piedra alevosa,
de una ventana arrojada.

Hasta aquí habíamos llegado,
cuando un cercano maullido,
interrumpió las historias
de este gato envanecido.

— Oís, me están reclamando;
una dama que me espera,
¡que no solo Don Quijote
tenía su Dulcinea!

Y unió acción a la palabra,
y yo me quedé azorado
cuando se fue hacia la noche
por encima del tejado.

JUAN CARLOS CAPUTO
(firmado como Jorge Man)

13 de junio de 1953


Nota del Revisor: un poema simpático y gracioso. Dice Juvencia en su diario: “y me trajo una poesía para el gato, sugiriendo el nombre”. Efectivamente, el gato que había llegado a la familia terminó llamándose El Marqués.

0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *