Los dos mundos
A la muerte.
Aunque te odie con tenaz fiereza
te acogeré, como a una buena amiga,
y hasta quizás el labio te bendiga
si no pierde el sentido mi cabeza.
Cuanto hicieres de mí, no me interesa;
no es tu temor lo que a mi pecho hostiga
sino el hondo dolor que le fatiga
de filial orfandad por tu vileza.
Por ti vivo, escindido, entre estos mundos;
ignorados los dos, ambos profundos,
con alternancias de zozobra y calma.
En uno habita una ilusión postrera
mientras muere, en el otro, prisionera
en una cárcel de aflicción el alma.
15 de diciembre de 1983