Navidad – Otros años

Tal como ya expresamos cuando presentamos los poemas de Navidad, fue una costumbre anual del Dr. Juan Carlos Caputo para saludar a amigos y clientes, y de ahí surgen los 18 poemas numerados publicados hasta ayer. Aun así, hubo años en que el autor no se sintió inspirado, o simplemente las ocupaciones cotidianas lo absorbieron demasiado y no pudo cumplir con su propósito. En esos casos, no dejaba de enviar su salutación anual, pero tomaba prestada en ese caso una cita o poema de otro autor. Lo que publicaremos en los próximos días llena los huecos de los años faltantes.

Comenzaremos por incluir aquí todos juntos, los saludos originales en prosa de años en los que no hubo poema de salutación:

Año 1982

Llega la Navidad, a plantear la pausa que nos rescate del vértigo, renovando esperanzas. Proponemos la experiencia de regalarnos con una honda y morosa mirada a los ojos de un niño; redescubrir allí la inocencia, y recobrado su sentido, comprender que, al fin, sólo con ella será posible regresar al destino de felicidad que hoy hemos extraviado.

Nota del Revisor: cabe señalar que este saludo fue anterior a la institución de la costumbre. El primer poema de Navidad apareció en 1983.


Año 1987

“Cumplido el ciclo de los astros, regresa la Navidad trayendo a nuestro ánimo las transparencias de un cielo purísimo y resplandeciente, como el que contempló azorado el Primer Hombre al que le fue dado conocer la Gloria de Dios. Su luz se derramará sobre los espíritus, porque el Creador renacerá, otra vez, para cada cual que sepa aguardarlo vigilante, con la esperanza latente en lo profundo del corazón.

¡Que nos alcance la Gracia de esta hora!”

Nota del Revisor: este año sí hubo poema, que fue Navidad IV. No obstante, mi padre escribió también esta salutación alternativa, que distribuyó selectivamente.


Año 2004

Todos los días, inocentemente, cada uno de nosotros, partimos de Cartago en procura de Roma, y recomenzamos nuestro anónimo y pequeño drama épico. Tal vez la noche nos sorprenda sin haber alcanzado la meta a la que, quizá, no lleguemos nunca. Pero el día volverá a asomar y de nuevo nos encontrará en campaña. Y ese será nuestro ignorado triunfo, la tenacidad de perseguir una ilusión. Y aunque a sabiendas de que perderemos la batalla definitiva, nuestro será por siempre: el valor asumido; la generosidad esparcida; la ternura entregada; el dolor compartido; el vino junto al fuego de la amistad; las horas blancas; los crepúsculos esfumados; las noches estrelladas y los deleites del amor que nos toca con su gracia, mostrándonos un sol que no ven los ojos sino el alma.

Por todo eso, por la vida y por los días que Dios nos depara.

(Alternativamente:)
¡Tuyo, con un fuerte abrazo!
¡Cariñosamente!


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