Piedad

A María Alejandra Beitía.

Tu voz angelical, con su dulzura,
quiso traer consuelo a mi tristeza,
como el sol con su luz y su tibieza
remansa el día que la sombra apura.

Si bien, no siempre el bálsamo asegura
obtener un alivio con certeza,
bendigo la intención de la pureza
que apaciguar mi corazón procura.

Tu tierna adolescencia es el sagrario
en donde puso Dios la generosa
dote de caridad con que me enseña,

que en el camino de cualquier calvario
siempre habrá una Verónica piadosa
que enjugue nuestra faz, con su estameña.

Junio de 1983


Nota del Revisor: María Alejandra Beitía, compañera del colegio “Jesús María” de mi hermana Hebe, siguió visitando y llamando por teléfono a mis padres con regularidad por varios años, expresando un cariñoso recuerdo de ella.

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